sábado, 7 de diciembre de 2013

Hacerlo mejor

"Más es mejor". La regla de oro de la economía vuelve a cabalgar por sus fueros en la última curva de la recesión. La máxima aspiración de los políticos es volver a funcionar como antes, de ahí el empeño por tenernos a todos pendientes del aumento del PIB, aunque no sepamos realmente lo que estamos midiendo.

"Para los economistas, no hay distinción entre el dinero gastado en hacer la vida mejor y el dinero gastado en hacer la vida peor", apunta Annie Leonard, la experta en desarrollo sostenible y cooperación internacional que se hizo mundialmente famosa con el vídeo de 'La historia de las cosas'. "El PIB es un cajón de sastre donde todo cabe por igual, desde el dinero invertido en educación al dinero gastado en cárceles, en armas o en medicamentos".

Arropada por los dibujos de Free Range Studios, los mismos que sirvieron para ilustrar los efectos de la sociedad de consumo en plena era de la vacas gordas, Leonard vuelve estos días a la carga con 'La historia de las soluciones', donde propone un cambio fundamental en la ecuación.

"En el Juego del Más, los políticos celebran el crecimiento de la economía al mismo tiempo que nuestra salud se deteriora, que el bache entre ricos y pobres se agranda y que los casquetes polares de derriten", advierte Leonard. "El PIB se ha convertido en la regla de oro de la economía, pero en realidad no nos dice nada de cómo lo estamos haciendo como sociedad".

"¿Qué ocurriría si cambiáramos el objetivo el juego?", se pregunta la comunicadora ambiental más efectiva y directa de Norteamérica. "¿Qué pasaría si la meta de la economía no fuera más sino mejor: mejor salud, mejores trabajos, mejores posibilidades para sobrevivir en el planeta? ¿No saldríamos ganando todos?".

'La historia de las soluciones' vino precedida de 'La historia del cambio', nacida de la frustración de Leonard tras los primeros cuatro años de presidencia de Barack Obama. Convencida de que el cambio personal no es suficiente, Leonard hacía una llamada a la movilización ciudadana para buscar alternativas reales frente a la parálisis política.


"No basta con 'ser el cambio que quieres ver en el mundo', como decía Gandhi", se lamentaba Leonard. "Hemos llegado a un punto en que es imprescindible una acción colectiva para forzar los cambios necesarios en el sistema".

"Las pequeñas acciones están bien, pero no son suficientes, ni van a servir para 'salvar el planeta', como leemos en las portadas engañosas del perfecto consumidor 'verde'", se lamenta la comunicadora californiana. "Si los cambios se quedan en uno mismo, si se limitan a los aspectos materiales, nos van a servir para lavar nuestra conciencia de consumidores y poco más".

En 'La historia de las soluciones', Leonard vislumbra sin embargo los cambios que se están produciendo a nivel local, desde la explosión de cooperativas al auge de la economía colaborativa, pasando por el cúmulo de iniciativas para regenerar el tejido productivo de las ciudades. A escala local, de la ciudad Cleveland al pueblo italiano de Capannori, se está empezando a funcionar con otra ecuación que, a su entender, tendría la capacidad de transformar toda la economía desde la base.

"Será duro cambiar el propósito de la economía de un día para otro", advierte Leonard. "Pero poniendo el énfasis en soluciones transformadoras, se puede llegar a un punto de inflexión y hacer que el nuevo objetivo sea precisamente éste: hacerlo mejor. Creo que el cambio es totalmente posible en una generación, pero antes tendremos que plantarle cara a los predicadores del 'Más es Mejor'".

Como botón de muestra, Leonard habla del vertiginoso avance experimentado en apenas cinco años por los teléfonos móviles. "De la noche a la mañana, los teléfonos son ya ordenadores, cámaras, GPS, aparatos de música y muchas otras cosas más. Si el mismo esfuerzo de cientos de expertos para buscar soluciones y hacerlo mejor, se pusiera en los sectores más apremiantes de nuestra economía, otro gallo cantaría".

Pero los móviles, convertidos también en el último fetiche consumista, son para Leonard el espejo cóncavo al que nos seguimos mirando como sociedad: "Somos mejores jugando, pero hemos elegido el juego equivocado".

En 'La historias de las cosas' -un fenómeno viral en la Red, con 12 millones de pinchazos- Annie exploraba el ciclo completo: de la producción a los residuos, pasando por la distribución y el consumo, para hacernos ver los excesos de un sistema que hace aguas ante nuestros ojos. Aquel vídeo fue un auténtico viaje al fondo de la Tierra (y a todo lo que los humanos estamos haciendo con ella), fruto de su experiencia en cooperación internacional en Bangladesh, India y Haití.

A sus 49 años, Annie Leonard recuerda sin embargo cómo empezó a atar cabos ya de niña, cuando preguntaba por la invisible conexión entre la desaparición del bosque y la expansión de los centros comerciales en su Seattle natal. Su verdadera iluminación ocurrió en el vertedero de Fresh Kills, que durante medio siglo digirió más de 11.000 toneladas diarias de basura en Nueva York.

"Cuando lo cerraron en el 2001, la montaña de desechos era 25 veces más alta que la estatua de la Libertad", recuerda. "Aquella visión impactante me dio mucho que pensar. ¿Quién puede haber concebido este sistema tan monstruoso? ¿Cómo permitimos que esto siga ocurriendo? Yo misma no acababa de entenderlo: tardé 20 años en hacer la conexión".

Después de concentrar sus energías en hacer visible el problema -la cultura del 'más es mejor'-, Annie Leornard se ha propuesto ahora explorar las soluciones con esta nueva serie que arranca con el vídeo 'The story of solutions', traducido para la ocasión por El Correo del Sol. Con su veta crítica habitual, pero con su rabioso y contagioso optimismo, Leonard vislumbra la llegada del nuevo paradigma que podría acabar de un plumazo el modo en que funcionan las empresas y se organizan las sociedades humanas. Hacerlo mejor: ni más ni menos.

Fuente El Mundo  http://www.elmundo.es/economia/2013/12/07/52a3473063fd3d56518b456b.html?a=79b5287ddd8978d069acd59309a8f2c4&t=1386453676

domingo, 24 de noviembre de 2013

Cada vez más contaminados

Nadie se cuestiona que la boina gris que recubre los cielos de las grandes ciudades sea dañina para la salud, ni que beber aguas contaminadas con vertidos industriales nos pueda envenenar, ni tampoco que la radiación mate. Pero hay otro tipo de contaminación, más silente, inadvertida y continua, que provoca que cada ciudadano del primer mundo se haya convertido, sin ser consciente, en un depósito andante de residuos tóxicos. "En los países industrializados es habitual que una persona acumule en su cuerpo 40, 70 o incluso más agentes tóxicos", explica Miquel Porta, catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad Autónoma de Barcelona.

Este experto dirigió un estudio en Cataluña -extrapolable a la población europea- que reveló que el 100% de los catalanes tiene al menos tres compuestos tóxicos persistentes en su organismo y que el 72,5% de la población general catalana acumula 10 o más contaminantes en su cuerpo. "Y eso que solo se analizaron 19 compuestos químicos. Detectamos el pesticida DDT en el 88% de la población, pese a que han pasado 30 años desde que se prohibió en España.

Así de persistentes son estas sustancias en nuestras culturas y cuerpos", subraya. Habla de los compuestos tóxicos permanentes, (CT's), unas sustancias que en su día se diseñaron para resistir el paso del tiempo... y que ahí siguen. Muestra de ello es que, pese a que en 2004 se prohibieron los principales organoclorados -utilizados durante décadas en la síntesis de plaguicidas-, numerosos estudios como el dirigido por Porta revelan que continúan presentes en nuestros organismos. Pero no solo tenemos CTP's, recuerda la doctora Pilar Muñoz Calero, especialista en Medicina Ambiental, presidenta de la Fundación Alborada y aquejada de Sensibilidad Química Múltiple: "Si nos hicieran un análisis dirigido a encontrar contaminantes, hallarían en cualquiera de nosotros restos de pesticidas, derivados del benceno, talatos, metales pesados... Un auténtico vertedero. Un paciente muy gracioso me decía, cuando le di los resultados de sus análisis: 'Tengo miedo de que llegue alguien con un imán y me quede pegado a él'. Y otro me decía que tenía ganas de meterse en el contenedor del punto limpio...Es tener sentido del humor ante el drama que estamos viviendo".

Un drama que comienza aun antes de que hayamos nacido: un equipo de la Universidad de California realizó un estudio buscando contaminantes en mujeres embarazadas; quien busca encuentra, y el estudio reveló que en el 99% de estas mujeres había pesticidas organoclorados, fenoles, hidrocarburos aromáticos policíclicos, perclorato, bifenilos policlorados... Y la doctora María José López Espinosa, de la Universidad de Granada, tras estudiar entre 2000 y 2002 la placenta de 308 mujeres, encontró que todas ellas estaban contaminadas con restos de organoclorados. No olvidemos que, durante la gestación, el feto se alimenta de lo que la madre ha ido depositando en su tejido adiposo; y eso significa que va a recibir de ella no solo lo bueno, sino también los contaminantes que haya ido almacenando a lo largo de su vida.

 

Carga tóxica

Entre las sustancias que más inquietan a los científicos se encuentran una serie de tóxicos, denominados 'disruptores endocrinos', que son capaces de alterar nuestro sistema hormonal. "Están por todas partes. Tenemos, por ejemplo, los retardantes de llama, que se aplican a plásticos para retrasar que ardan, que han llegado a detectarse en los osos del Ártico o en los halcones peregrinos, así que imagínate en nosotros... Y tenemos las dioxinas, los furanos, las hormonas sintéticas empleadas para el engorde del ganado, los fenoles...", denuncia Carlos de Prada, autor del libro Hogar sin tóxicos (Ediciones I). Los efectos de los disruptores endocrinos preocupan especialmente, como decíamos, durante la gestación y la lactancia: "Un adulto se puede exponer a un nivel alto de Bisfenol A, por ejemplo, y no sufrir aparentemente consecuencias; pero esa cantidad le puede crear problemas a un feto o a un lactante. El niño se está gestando en el útero mediante una interacción química hormonal muy compleja entre él y su madre. Si en ese momento tan delicado interfieres..., puede haber consecuencias", señala de Prada.
 
Así pues, como si de un moderno pecado original se tratase, todos nacemos con nuestra carga tóxica a cuestas. Y con las posibles secuelas, pues, como señala la doctora Marieta Fernández- Cabrera, investigadora de la Universidad de Granada, "hoy sabemos que la exposición a contaminantes químicos medioambientales puede afectar al desarrollo fetal". Esta doctora es una de las coordinadoras del Proyecto Infancia y Medio Ambiente, mediante el que se pretende "estudiar el papel de los contaminantes más importantes que existen en el aire, agua y dieta durante el embarazo e inicio de la vida y sus efectos en el desarrollo y crecimiento infantil". Porque, como nos explica, "los niños están en proceso de crecimiento, y su sistema inmunológico y de desintoxicación no están completamente desarrollados. Por eso son más vulnerables a exposiciones ambientales que los adultos".

Infertilidad

En este sentido, la comunidad científica alerta de que los tóxicos ambientales transmitidos de madre a hijo en estas primerísimas etapas puedan ser una de las causas de los cada vez más frecuentes problemas de infertilidad masculina: al parecer, actúan como falsos estrógenos, y de este modo propician niveles demasiado elevados de hormona femenina al feto varón. La doctora Marisa López- Teijón, jefa de Reproducción Asistida del Instituto Marqués y una de las investigadoras más activas en este terreno, señala que diversos estudios prueban que "la exposición a estos tóxicos puede afectar el sistema reproductivo del feto y provocar el síndrome de disgenesia gonadal: mala calidad seminal, malformaciones genitales al nacer y cáncer de testículo".

El panorama no parece muy alentador, pues, aunque los científicos están cada vez más sensibilizados, el mensaje llega con dificultad a la población. Porque, como decíamos, es una contaminación silente, inadvertida y continua: "Los ciudadanos creen que si un producto se ha aprobado, será porque cumple con las normas de seguridad. Y posiblemente sea cierto que cada fabricante ajuste en sus productos las dosis mínimas de tóxicos que están permitidas, pero ¿qué ocurre si comenzamos a sumar la exposición a esos niveles mínimos en 200 sustancias a la vez? ¿Si resulta que desde nuestro gel de baño hasta las latas de conserva o el detergente y el quitagrasas tienen esos niveles mínimos? Por no hablar de las interacciones entre todas esas sustancias...", explica Carlos de Prada. Como resume Muñoz Calero: "Nos hemos convertido en pequeños laboratorios". Un ejemplo esclarecedor lo tenemos en el humilde polvo doméstico. "Se han hecho estudios de su composición y se ha visto que no tiene nada que ver con el que respiraban nuestros bisabuelos, ya que contiene centenares de tóxicos. Una persona respira de 15 a 20.000 litros de aire al día, y nuestro organismo actúa como un filtro, acumulando en su interior estas sustancias", argumenta De Prada. Se dice que es el peaje de la industrialización. Porque el progreso, nos recuerda Porta, no es gratis: "Lo pagamos en enfermedades.

Los niveles que acumulamos en nuestro organismo son a menudo insostenibles para las personas; muchas, simplemente, no lo aguantan... y entonces contraen un cáncer o desarrollan una enfermedad neurodegenerativa, o son infértiles, o no desarrollan la inteligencia que podrían alcanzar de estar menos contaminados". Muñoz Calero, por su parte, lo explica así: "Imaginemos que los sistemas de desintoxicación de nuestras células fueran peajes de autopista; si uno de los operarios del peaje se ha dormido, o se encuentra mal, o ha cerrado, se acumulan los coches y se produce un atasco. Eso pasa en nuestro organismo: los contaminantes van pasando por peajes que están dañados por los propios tóxicos y se va acumulando la carga nociva, hasta el punto de que, aun ante dosis pequeñas, podemos tener reacciones muy adversas".

"Es la epidemia química", define de Prada, quien aporta unas cifras para que seamos conscientes de las dimensiones del problema: en 1930 había un millón de toneladas de sustancias químicas sintéticas; en 2000 ya eran 400 millones, y se estima que en la actualidad hayan superado los 700 millones. "Y hay 143.000 sustancias sintéticas diferentes, de las que tan solo se han evaluado los riesgos sanitarios de un 1%. Y, la mayoría de las veces, solo se ha estudiado un tipo de efecto, como en adultos, a corto plazo, en un trastorno específico..., y no su efecto global". Aun así, hay margen para la esperanza. Por lo pronto, desde junio de 2011 se prohibieron en la Unión Europea los biberones que contuvieran bisfenol A. Es una primera medida, pero aún insuficiente, de ahí que desde la Fundación VivoSano se esté impulsando una campaña encaminada a erradicar el bisfenol A de todos aquellos materiales que estén en contacto con alimentos, medida que ya ha sido adoptada por algunos países europeos como Francia. Entretanto, De Prada subraya que "hay muchísimas cosas que podemos hacer en nuestro entorno para paliar esta contaminación invisible. Desde racionalizar el uso de productos de limpieza hasta emplear alternativas ecológicas. Y seguir paso a paso: se legisló sobre el amianto y sobre el plomo... y el mundo no se hundió. Ni se hundirá porque, entre todos, consigamos un ambiente libre de tóxicos".

Mercurio y peces

Una medida tan sencilla como evitar que mujeres embarazadas y niños menores de dos años consuman pescados grandes -atún, tintorera, pez espada...- podría evitar problemas de desarrollo cognitivo en los bebés. Una investigación realizada por la doctora Marieta Fernández Cabrera concluyó, tras medir los niveles de mercurio en sangre, pelo, placenta y orina, que "son más elevados de lo que deberían. No escandalosamente altos, pero sí lo suficiente como para que puedan ocasionar un desarrollo mental y motor más lento, o menores puntuaciones en test de CI". Eso no significa que no se pueda comer pescado; basta con que se elijan durante la gestación y en la primera infancia peces de pequeño tamaño.

Fuente. El mundo. http://www.elmundo.es/cronica/2013/11/24/528f6a620ab740fa578b457f.html

jueves, 21 de noviembre de 2013

Las Capas de la Cebolla

Hola a tod@s,

Un amigo mío ha escrito en su blog un muy interesante artículo sobre la jerarquía de la importancia de las cosas que te hacen ser feliz.

Os recomiendo su lectura, porque nos permite pararnos a pensar en nuestras vidas y en lo que la exigimos que nos de. Quizá ya nos ha dado más y no sabemos verlo.


No os lo perdáis.

http://la-palmera-de-chocolate.blogspot.com.es/2013/11/las-capas-de-la-cebolla.html?showComment=1384693863581#c7157692500688142533

Un saludo,
Fernando

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Un pacto obsceno para controlar el poder judicial

¿SE IMAGINA alguien que la canciller Angela Merkel se reuniera con Sigmar Gabriel, el jefe del SPD, para pactar la composición de los órganos de gobierno de la Justicia y el presidente del Tribunal Supremo? Sería sencillamente imposible, pero esto es lo que ha sucedido en nuestro país, donde Rajoy y Rubalcaba han negociado la renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ).

Ni siquiera se han molestado en guardar las formas. Han pactado las cuotas por partido, han designado los componentes del CGPJ en base a sus intereses políticos y se han puesto de acuerdo en el nombre del futuro presidente. En definitiva, se han repartido el órgano de gobierno de la Justicia como si fuera un consejo de administración.

No sorprende demasiado que el PSOE se haya comportado de esta manera porque siempre ha defendido que los miembros del CGPJ debían ser nombrados a dedo por los partidos. Pero el PP llevaba en su programa electoral la reforma del sistema para que los jueces eligieran directamente a sus 12 representantes. Este compromiso se ha incumplido y no cabe argumentar razones sobrevenidas o de carácter presupuestario. El PP ha optado por mantener el statu quo que le garantiza el control del aparato judicial a través de los nombramientos que realiza el CGPJ.

Ello se ha hecho desde un descarado pragmatismo que justifica el nombramiento de personas como Álvaro Cuesta, que fue diputado durante casi 30 años y ex miembro de la dirección del PSOE, o Mercè Pigem, actual diputada de CiU. ¿Con qué autonomía pueden decidir estas personas?

Al actuar así, el PPy el PSOE están demostrando que carecen del menor interés en una Justicia independiente y que sus palabras sobre la regeneración ética y la lucha contra la corrupción son una simple cortina de humo. ¿Cómo no va a quebrar la confianza en el actual modelo bipartidista con estas prácticas?

Tampoco está contribuyendo a prestigiar la imagen de la Justicia el comportamiento del fiscal general del Estado, que declaró que imputar a la Infanta Cristina sería «un trato de desfavor» pese a los muchos indicios que existen en el procedimiento judicial que demuestran que era algo más que una figura decorativa en Nóos y en Aizoon. Ayer mismo, la Agencia Tributaria emitía un informe en el que se reconoce que Aizoon ha defraudado a Hacienda 281.000 euros en cuatro años por el Impuesto de Sociedades, cantidad que no llega al delito. El mismo informe reconoce que Aizoon era una sociedad sin actividad alguna, con el único fin de blanquear el dinero captado en patrocinios y regalías.

Resulta obvio, como decía el juez decano de Zaragoza, que cualquier otra española que no fuera Doña Cristina habría sido imputada pese a lo que afirma Torres-Dulce, que tendrá ocasión de demostrar su independencia en el informe que le ha pedido a la Fiscalía la Audiencia Nacional sobre la posible financiación irregular de UGT. Será imposible que los ciudadanos crean en la Justicia mientras los altos tribunales y el fiscal general del Estado no demuestren que existe el mismo rasero para todos.

Fuente: El Mundo. http://www.elmundo.es/opinion/2013/11/19/528bcd1c0ab740640d8b456a.html?a=b8b08400fe3f9e754719044296569d8d&t=1384960625

jueves, 14 de noviembre de 2013

Prosperidad sin crecimiento

"Cuestionar el crecimiento es un acto de lunáticos, idealistas y revolucionarios", escribió Tim Jackson, vaticinando lo que le iba a caer encima cuando publicó 'Prosperidad sin crecimiento' (Icaria). Y sin embargo este economista a contracorriente de 57 años, autor teatral, guionista y profesor de Desarrollo Sostenible en la Universidad de Surrey se considera ante todo "realista". Ahí va su particular diagnóstico sobre lo que está pasando...

"Nuestra sociedad se enfrenta a un profundo dilema. Dejar de crecer es arriesgarse al colapso económico y social. Perseguir el crecimiento a toda costa es poner en peligro los sistemas ecológicos de los que dependemos para nuestro propio crecimiento".

El modelo económico que hemos construido, según Jackson, es lo más parecido a un castillo de naipes: "Se detiene el crecimiento y le entra el pánico a los políticos. Las empresas luchan para poder sobrevivir. La gente pierde su empleo e incluso sus casas. La espiral de la recesión se hace más y más profunda".

La preguntamos pues a Tim Jackson si la "solución", como proponía en esta misma serie Robert Skidelsky, pasar por volver a crecer y entonces sí, entonces reformar a fondo el sistema y avanzar hacia otro modelo esencialmente distinto, pero al menos partiendo de una situación menos crítica.

"Si el sistema está roto, ¿para qué vamos a esperar?", responde (y pregunta) Tim Jackson. "No podemos esperar a que las cosas vuelvan a ir bien, entre otras cosas porque no tenemos ninguna garantía de que se pueda volver a crecer como antes del batacazo del 2008. El momento para afrontar el problema es ahora. Es absurdo desplegar las velas con la esperanza de navegar otra vez viento en popa... Y darnos cuenta de que en realidad avanzamos por un canal muy estrecho, y que no tenemos ya capacidad de maniobra".

"En mi libro no propongo dejar de crecer y dar marcha atrás", advierte Jackson (en una próxima entrega hablaremos del "decrecimiento"). "Lo que recomiendo es una serie de cambios para avanzar hacia otro modelo macroeconómico, que no esté basado en la persecución del crecimiento a toda costa, sino en la busca de un nuevo equilibrio. La nueva meta sería la estabilidad: económica, financiera, social y ecológica".

El compendio de ideas que propone Jackson parte eso sí de una redefinición de la "prosperidad", identificada hasta ahora con la abundancia material y el crecimiento económico. "La prosperidad consiste en nuestra habilidad para progresar como seres humanos dentro de los límites del planeta", sostiene Jackson. "El reto de nuestra sociedad es crear las condiciones para que eso sea posible. Es más, yo diría que es la tarea más urgente de nuestros tiempos".

Reconocimiento de los límites

En primer lugar tiene que haber, según Jackson, un reconocimiento tácito de los "límites", para acabar con la "patología" con la que sigue funcionando el sistema: crecimiento infinito en un sistema finito.

El profesor de Surrey propone una revisión a fondo de las instituciones económicas, para reforzar los intereses a largo plazo y encauzar las inversiones estratégicas hacia el sector de servicios (lo que él mismo ha bautizado como la 'economía Cenicienta'). Por último, Jackson apunta a un cambio de la "lógica social", para salir de la trampa del hiperconsumismo y de la hiperproductividad.

Sus recetas pasan obligatoriamente por destronar el Producto Interior Bruto como sacrosanta medida de todas las cosas. "El PIB ha muerto", sentencia Jackson. "Necesitamos otros indicadores del progreso, que tengan en cuenta la destrucción ecológica, la calidad de vida y el bienestar social de la población. Ya hubo un intento de hacerlo, con el informe de Comisión Sarkozy en el que participaron entre otros Joseph Stiglitz. Pero no fue un intento sincero. Yo creo que los políticos nunca se llegaron a tomar el asunto en serio. Fue como el último baile antes de hundimiento del Titanic".

Los políticos... Tim Jackson los conoce de cerca y puede asegurar que son en su mayoría "unos analfabetos económicos". Las políticas de austeridad, en su opinión, son una "medida regresiva que obedece a una manera muy básica de entender la economía" y que está sirviendo "para castigar a los más pobres y beneficiar a los más ricos".

"Quiero pensar que es por ignorancia, pero si los Gobiernos están haciendo todo esto deliberadamente, entraría ya casi en el comportamiento delictivo", sostiene Jackson, que pone sobre la mesa los escalofriantes datos del paro en España. "La misión fundamental del Estado debería ser la de procurar el pleno empleo. En situaciones de emergencia como las que está viviendo España, como la mitad de la población joven sin trabajo, el Estado debería ser incluso el "empleador de último recurso". Si no, corremos el riesgo de crear una generación de jóvenes excluidos y de sembrar las condiciones de violencia e inestabilidad social".

Empleo

"¿Y cómo crear empleo si la economía no crece?", le formulamos la pregunta incómoda...

"Hay mucho trabajo, lo que pasa es que no nos dejan verlo. Sobre todo en lo que yo llamo el sector de la economía "Cenicienta": la salud, la educación, el cuidado de los mayores, la cultura, el ocio, los empleos vinculados con la protección del medio ambiente... Mientras sus hermanas mayores (desde las finanzas a la extracción de materias primas) estaban fuera de fiesta, la economía "Cenicienta" se ha quedado haciendo el trabajo "sucio" porque no está considerado como "productivo" con las pautas actuales".

"Todo esto tiene que cambiar", advierte Jackson. "Hay que dar el paso definitivo de una economía basada en los productos materiales y en el consumismo, a una actividad más apoyada en servicios y bienes intangibles, que no causen daños al planeta. Y en cuanto se produzcan las "inversiones estratégicas" hacia estos sectores tan fundamentales y necesarios para nuestro bienestar, se generarán nuevos empleos. Harán falta otras medidas suplementarias, como la reducción de las horas laborales: si queremos trabajar todos, necesitamos una redistribución más equitativa del trabajo".

Además de "lunático, idealista y revolucionario", a Tim Jackson le han llamado también "ecosocialista" por plantarle cara al gigante del crecimiento y proponer un modelo que, a simple vista, se desvía peligrosamente de los cauces de eso que aún llamamos capitalismo...

"Yo no sé si lo que propongo es aún capitalismo o si debería llamarse de otra manera, pero la verdad es que no me importa. Lo que importa es que el capitalismo consumista y financiero es una receta para el desastre, ya lo hemos visto. Nuestra única opción es cambiar. Tenemos que transformar las estructuras y las instituciones que dan forma al mundo en que vivimos. Tenemos que articular una visión más creíble de prosperidad duradera".

 Fuente: http://www.elmundo.es/economia/2013/11/09/527e97800ab74069058b456f.html

¿Cuánto es suficiente?

Mientras buscamos la respuesta a la pregunta del millón ('¿Cómo salir de la crisis?'), Robert y Edward Skidelsky ponen sobre el tapete otra cuestión menos apremiante, pero sin duda más profunda: '¿Cuánto es suficiente?'. Así se titula el libro que publicará próximamente la editorial Crítica, después de una gestación tan larga como la propia crisis...

Robert Skidelsky, biógrafo por excelencia de John Maynard Keynes, ha querido rescatar a tiempo uno de los legajos más olvidados del 'maestro': 'Posibilidades económicas para nuestros nietos'. En plena Gran Depresión, sin dejarse amilanar por los nubarrones, Keynes vaticinó que en el 2030 los países desarrollados tendrían lo 'suficiente' como para permitirnos trabajar 15 horas semanales y redefinir nuestras prioridades.

Se equivocó Keynes, está claro. El apetito insaciable por la acumulación material ha seguido alimentando la máquina hasta llegar donde estamos. Pero Robert Skidelsky y su hijo Edward (filósofo) se proponen resucitar la premisa del 'maestro' y poner al día su visión de 'la buena vida' para cuando llegue, si es que llega, la salida del túnel.

Mientras buscamos la respuesta a la pregunta del millón ('¿Cómo salir de la crisis?'), Robert y Edward Skidelsky ponen sobre el tapete otra cuestión menos apremiante, pero sin duda más profunda: '¿Cuánto es suficiente?'. Así se titula el libro que publicará próximamente la editorial Crítica, después de una gestación tan larga como la propia crisis...
Robert Skidelsky, biógrafo por excelencia de John Maynard Keynes, ha querido rescatar a tiempo uno de los legajos más olvidados del 'maestro': 'Posibilidades económicas para nuestros nietos'. En plena Gran Depresión, sin dejarse amilanar por los nubarrones, Keynes vaticinó que en el 2030 los países desarrollados tendrían lo 'suficiente' como para permitirnos trabajar 15 horas semanales y redefinir nuestras prioridades.
Se equivocó Keynes, está claro. El apetito insaciable por la acumulación material ha seguido alimentando la máquina hasta llegar donde estamos. Pero Robert Skidelsky y su hijo Edward (filósofo) se proponen resucitar la premisa del 'maestro' y poner al día su visión de 'la buena vida' para cuando llegue, si es que llega, la salida del túnel.

'Un futuro distinto y mejor' "

Por supuesto que Keynes admitía la urgencia de cómo recuperarse de la Gran Depresión", admite Skidelsky. "De hecho, muchos países usaron sus principios de un papel más activo del Estado para lograr la recuperación económica. Pero Keynes intentaba al mismo tiempo mirar a largo plazo y vislumbrar un futuro distinto y mejor. Consideraba que la Gran Depresión era el síntoma doloroso del paso de un período económico a otro, algo parecido a lo que está ocurriendo ahora".

Desde su oficina en Westminster, Lord Skidelsky nos invita a imaginar la sociedad a la que aspiramos en diez o veinte años, aunque por el camino haya que volver (temporalmente) por la vía del crecimiento en el sentido más ortodoxo... "Tenemos que volver al menos al nivel de empleo que existía antes de la recesión. Y tal y como está organizada hoy en día la economía, la única manera de lograr ese objetivo es aumentando la demanda... Si Europa quiere salir de la crisis, va a tener que cancelar los programas de austeridad que están estrangulando aún más la demanda. No se puede combatir exclusivamente la deuda hasta el punto de destruir la economía".

Skidelsky quiere trazar una línea muy gruesa entre "las políticas a corto plazo para la recuperación económica" y "la visión a largo plazo para la buena vida". Una vez recuperada la 'normalidad', sostiene, llegará el momento de explorar nuevas vías como la 'renta básica' (que no es lo mismo que el salario mínimo), el impuesto progresivo sobre el consumo y otras propuestas esbozadas en su libro. "Lo que está claro es que no podemos reincidir en el error y continuar por el camino que hemos llevado los últimos treinta años, cabalgando al galope de una crisis a otra".

Sin objetivo claro ni fin posible 

"El capitalismo ha conseguido un progreso incomparable en la creación de riqueza, pero nos ha dejado incapaces de dar a esa riqueza un uso civilizado", escriben Robert y Edward Skidelsky en uno de los capítulos más críticos del libro. "Está claro que el capitalismo no tiene una tendencia espontánea a convertirse en algo más noble. Si dejamos que la maquinaria funcione por sí misma, siempre querrá más, sin un objetivo claro y sin fin posible".

El propio Keynes expresó en vida su ambivalencia hacia el capitalismo. "El 'maestro' pensaba que cuando se hubiera alcanzado el objetivo de la abundancia colectiva, el capitalismo se aboliría por sí mismo", asegura Skidelsky. "En los años cincuenta y sesenta, cuando muchos gobiernos pusieron en marcha una mayor intervención en la economía siguiendo los principios de Keynes, se hablaba de la economía mixta o de un sistema socialdemocrático. La palabra 'capitalismo' cayó de hecho en desuso hasta el giro que volvió a producirse en los años ochenta".

¿La codicia, ADN del capitalismo?

"¿Acaso la codicia está en el ADN del capitalismo?", le preguntamos al coautor de '¿Cuánto es suficiente?'. "La codicia ha estado presente en todas las sociedades humanas", reconoce Skidelsky. "Uno empieza con la idea de llegar a un nivel que considera 'suficiente', pero llegado a ese punto resulta que quiere más... Forma parte del deseo humano de mejorar, es algo propio de nuestra especie. Y luego, ese afán de comparar nuestros logros con los de los demás".

Llegamos así al consumismo, "el gran placebo del capitalismo moderno". Según Skidelsky, tan necesaria como la 'tasa Tobin' para las trasacciones financieras debería ser la introducción de un impuesto progresivo sobre el consumo (gravando los artículos de lujo). En su opinión, el hiperconsumismo y el 'sobretrabajo' son las dos caras de la misma moneda, con la que seguimos pagando a duras penas los excesos de las tres últimas décadas.

Las 15 horas semanales que vaticinaba Keynes pasaron pues a la historia de las utopías. "Pero está claro que tendremos que trabajar menos si queremos trabajar todos", apunta Skidelsky, "y ése es un debate que tendremos que afrontar necesariamente a la hora de combatir el desempleo".

'Las posibilidades económicas de nuestros nietos'

En cualquier caso, la ansiedad y la inseguridad están aquí para quedarse una larga temporada. Con la mitad de población joven condenada al paro, las 'posibilidades económicas de nuestros nietos' parecen más bien funestas. Le preguntamos finalmente a Skidelsky cómo afrontar el hecho de la primera generación que vivirá por debajo del nivel económico de sus padres...

"Nuestros hijos y nietos van a estar posiblemente peor que nosotros en términos de consumo y de PIB, pero pueden estar mejor en muchos otros sentidos, en términos de salud, felicidad, amistad, contacto con la naturaleza y todos los elementos que queramos incluir en eso que llamamos la 'buena vida'. Las nuevas generaciones han sido testigos de hasta dónde nos han llevado nuestros errores, y seguramente serán menos insaciables de lo que hemos sido nosotros".

Fuente: http://www.elmundo.es/elmundo/2012/09/07/economia/1347031051.html

El expolio tributario en España

Todo monopolio tiende a sangrar al consumidor prestándole un servicio cada vez peor y más caro. El Estado de Bienestar es de facto un monopolio: el contribuyente no puede escapar de financiar sus gastos por la muy coactiva vía tributaria.

Y, como tal, el Estado de Bienestar ha terminado castigándonos con los efectos típicos de todo monopolio: impuestos crecientes y servicios deteriorados para garantizar el bienestar del Estado a costa del de los ciudadanos. 

Sus alternativos gestores desde luego no lo ocultan: PP y PSOE sólo se han dedicado a multiplicar las cuchilladas fiscales que despellejan a los españoles bajo la irrenunciable premisa de que nuestro sobredimensionado y burbujístico sector público no se toca.

Es verdad que el PSOE en su reciente Conferencia Política ha sacado a relucir su faceta más bolivariana al promover un ataque impositivo sin cuartel contra el ahorro y la acumulación de capital en España -nueva exacción sobre el patrimonio, fiscalidad salvaje sobre las rentas del capital e incremento de un ya demasiado elevado Impuesto de Sociedades-, pero no es menos cierto que en esta bacanal confiscadora sólo están continuando el guion escrito por el peronismo montoriano y rajoyesco. Y es que, de momento, es el PP y no el PSOE quien ostenta el deplorable récord de haber sido la formación política que más ha redoblado el expolio tributario sobre los españoles.

¿Cómo esperar de Rubalcaba siquiera un disimulado ademán de moderación ideológica cuando Rajoy le ha devorado el terreno liberticida al mismísimo Cayo Lara?

Rapiñas al ciudadano

PP, PSOE e IU forman parte del mismo lobby estatólatra que pretende mantener a cualquier precio el control del Estado sobre casi todas las facetas de nuestra vida: nuestra formación, nuestra salud, nuestra jubilación, nuestro transporte, nuestra cultura o nuestro entretenimiento. Por eso no sienten el más mínimo reparo en anunciar reformas tributarias íntegras cuyo objetivo manifiesto no es otro que el de la más descarnada de las rapiñas sobre el ciudadano medio. 

No se dejen engañar por las consignas que lanzan mientras dicen desfilar contra los superricos: todos los políticos son conscientes de que la parte mollar de los ingresos tributarios procede de las personas corrientes y de que, por tanto, su hiperestado sólo puede mantenerse desplumando a esas personas corrientes.

Al cabo, el griterío demagógico contra los acaudalados es sólo una forma de desviar la atención de su auténtico golpe; una forma de entretener al perro guardián con algo de carnaza mientras se roba la vivienda. Fijémonos, si no, en las propuestas particulares de la Conferencia Política del PSOE.

Aunque el foco se haya dirigido en su más que cierta propuesta de incrementar la tributación sobre los ricos, lo cierto es que las estocadas sobre el ciudadano medio son notables y generalizadas: primero, se defiende la creación de un impuesto sobre los depósitos que, evidentemente, terminaría repercutiéndose sobre los depositantes; segundo, se propugna el incremento de la tributación no sólo sobre las muy denostadas Sicav, sino sobre los mucho más suculentos vehículos que canalizan la mayor parte del ahorro financiero de los españoles: fondos de inversión y los planes de pensiones.

Tercero, también se propone suprimir las deducciones por aportación a planes de pensiones, de las que claramente se beneficia el pequeño ahorrador; cuarto, se busca eliminar el método de estimación objetiva de los rendimientos de actividades económicas, al que se acogen exclusivamente autónomos y pymes; quinto, se ambiciona la introducción de impuestos sobre "consumos nocivos" que, de nuevo, castigarían especialmente al ciudadano medio; y sexto, se pretende acabar con la actual reducción de un 40% de los rendimientos irregulares del trabajo (dietas por traslado, indemnizaciones laborales, planes de pensiones de empresa, seguros de dependencia, etc.).

En última instancia, lo que PP y PSOE (y obviamente IU) están representando no es más que un vistoso ritual populista con el propósito de legitimar ante la mayoría de la población el infierno fiscal que están construyendo y que desean seguir construyendo en España durante los próximos años. Cada uno a su manera, lavando el cerebro a su electorado para que terminen agachando la cabeza.

Pero no nos confundamos: entre los disparates pauperizadores del PSOE de Rubalcaba no hay ninguna maldad que Montoro no haya cavilado antes. La casta avanza unida en su objetivo de achicar el mercado para agrandar el Estado. A costa de todo: de nuestra libertad y de nuestra prosperidad.

Juan Ramón Rallo, director del Instituto Juan de Mariana y profesor del centro de estudios OMMA.

http://www.eleconomista.es/interstitial/volver/Nuezoct13/opinion-blogs/noticias/5306577/11/13/Rubalcaba-aprendIz-de-Montoro.html

 Os dejo también un comentario a la noticia que no tiene desperdicio realizado por Petete:

Lo peor no está ahí. Lo peor son las rentas "ficticias" inventadas por Hacienda y sobre las que se imponen impuestos. La más conocida son las de sucesiones y donaciones (se impone un impuesto confiscatorio por un hecho -donación o herencia- que no ha supuesto ninguna renta), pero hay muchas más (el IBI, que penaliza la propiedad de una vivienda, aunque no se obtengan rentas, la posesión de una segunda vivienda, que genera rentas ficticias en el IRPF por las que hay que tributar, los préstamos entre socio y sociedades, que deben tributar aunque se hagan a tipo de interés cero, la posición de un administrador de una sociedad, que debe de darse de alta en la Seguridad Social, aunque no cobre ni un euro de la sociedad y aunque ya esté dado de alta previamente en el régimen general, etc.).

Lo he dicho muchas veces, la principal causante de la crisis económica no es otra sino Hacienda y sus funcionarios. Estos nuevos publicanos, a base de retorcer la norma y de aplicar criterios absurdos han hecho que mucha gente no se atreva a iniciar ninguna actividad económica.


Saludos e intenten no enfadarse mucho.....