Robert Skidelsky, biógrafo por excelencia de John Maynard Keynes, ha querido rescatar a tiempo uno de los legajos más olvidados del 'maestro': 'Posibilidades económicas para nuestros nietos'. En plena Gran Depresión, sin dejarse amilanar por los nubarrones, Keynes vaticinó que en el 2030 los países desarrollados tendrían lo 'suficiente' como para permitirnos trabajar 15 horas semanales y redefinir nuestras prioridades.
Se equivocó Keynes, está claro. El apetito insaciable por la acumulación material ha seguido alimentando la máquina hasta llegar donde estamos. Pero Robert Skidelsky y su hijo Edward (filósofo) se proponen resucitar la premisa del 'maestro' y poner al día su visión de 'la buena vida' para cuando llegue, si es que llega, la salida del túnel.
Mientras buscamos la respuesta a la pregunta del millón ('¿Cómo salir de la crisis?'), Robert y Edward Skidelsky ponen sobre el tapete otra cuestión menos apremiante, pero sin duda más profunda:
'¿Cuánto es suficiente?'. Así se titula el libro que publicará
próximamente la editorial Crítica, después de una gestación tan larga
como la propia crisis...
Robert Skidelsky, biógrafo por excelencia de John Maynard Keynes, ha querido rescatar a tiempo uno de los legajos más olvidados del 'maestro': 'Posibilidades económicas para nuestros nietos'. En plena Gran Depresión, sin dejarse amilanar por los nubarrones, Keynes vaticinó que en el 2030 los países desarrollados tendrían lo 'suficiente' como para permitirnos trabajar 15 horas semanales y redefinir nuestras prioridades.
Se equivocó Keynes, está claro. El apetito insaciable por la acumulación material ha seguido alimentando la máquina hasta llegar donde estamos. Pero Robert Skidelsky y su hijo Edward (filósofo) se proponen resucitar la premisa del 'maestro' y poner al día su visión de 'la buena vida' para cuando llegue, si es que llega, la salida del túnel.
'Un futuro distinto y mejor' "
Por supuesto que Keynes admitía la urgencia de cómo recuperarse de la Gran Depresión", admite Skidelsky. "De hecho, muchos países usaron sus principios de un papel más activo del Estado para lograr la recuperación económica. Pero Keynes intentaba al mismo tiempo mirar a largo plazo y vislumbrar un futuro distinto y mejor. Consideraba que la Gran Depresión era el síntoma doloroso del paso de un período económico a otro, algo parecido a lo que está ocurriendo ahora".
Desde su oficina en Westminster, Lord Skidelsky nos invita a imaginar la sociedad a la que aspiramos en diez o veinte años, aunque por el camino haya que volver (temporalmente) por la vía del crecimiento en el sentido más ortodoxo... "Tenemos que volver al menos al nivel de empleo que existía antes de la recesión. Y tal y como está organizada hoy en día la economía, la única manera de lograr ese objetivo es aumentando la demanda... Si Europa quiere salir de la crisis, va a tener que cancelar los programas de austeridad que están estrangulando aún más la demanda. No se puede combatir exclusivamente la deuda hasta el punto de destruir la economía".
Skidelsky quiere trazar una línea muy gruesa entre "las políticas a corto plazo para la recuperación económica" y "la visión a largo plazo para la buena vida". Una vez recuperada la 'normalidad', sostiene, llegará el momento de explorar nuevas vías como la 'renta básica' (que no es lo mismo que el salario mínimo), el impuesto progresivo sobre el consumo y otras propuestas esbozadas en su libro. "Lo que está claro es que no podemos reincidir en el error y continuar por el camino que hemos llevado los últimos treinta años, cabalgando al galope de una crisis a otra".
Sin objetivo claro ni fin posible
"El capitalismo ha conseguido un progreso incomparable en la creación de riqueza, pero nos ha dejado incapaces de dar a esa riqueza un uso civilizado", escriben Robert y Edward Skidelsky en uno de los capítulos más críticos del libro. "Está claro que el capitalismo no tiene una tendencia espontánea a convertirse en algo más noble. Si dejamos que la maquinaria funcione por sí misma, siempre querrá más, sin un objetivo claro y sin fin posible".
El propio Keynes expresó en vida su ambivalencia hacia el capitalismo. "El 'maestro' pensaba que cuando se hubiera alcanzado el objetivo de la abundancia colectiva, el capitalismo se aboliría por sí mismo", asegura Skidelsky. "En los años cincuenta y sesenta, cuando muchos gobiernos pusieron en marcha una mayor intervención en la economía siguiendo los principios de Keynes, se hablaba de la economía mixta o de un sistema socialdemocrático. La palabra 'capitalismo' cayó de hecho en desuso hasta el giro que volvió a producirse en los años ochenta".
Llegamos así al consumismo, "el gran placebo del capitalismo moderno". Según Skidelsky, tan necesaria como la 'tasa Tobin' para las trasacciones financieras debería ser la introducción de un impuesto progresivo sobre el consumo (gravando los artículos de lujo). En su opinión, el hiperconsumismo y el 'sobretrabajo' son las dos caras de la misma moneda, con la que seguimos pagando a duras penas los excesos de las tres últimas décadas.
Las 15 horas semanales que vaticinaba Keynes pasaron pues a la historia de las utopías. "Pero está claro que tendremos que trabajar menos si queremos trabajar todos", apunta Skidelsky, "y ése es un debate que tendremos que afrontar necesariamente a la hora de combatir el desempleo".
"Nuestros hijos y nietos van a estar posiblemente peor que nosotros en términos de consumo y de PIB, pero pueden estar mejor en muchos otros sentidos, en términos de salud, felicidad, amistad, contacto con la naturaleza y todos los elementos que queramos incluir en eso que llamamos la 'buena vida'. Las nuevas generaciones han sido testigos de hasta dónde nos han llevado nuestros errores, y seguramente serán menos insaciables de lo que hemos sido nosotros".
Fuente: http://www.elmundo.es/elmundo/2012/09/07/economia/1347031051.html
Robert Skidelsky, biógrafo por excelencia de John Maynard Keynes, ha querido rescatar a tiempo uno de los legajos más olvidados del 'maestro': 'Posibilidades económicas para nuestros nietos'. En plena Gran Depresión, sin dejarse amilanar por los nubarrones, Keynes vaticinó que en el 2030 los países desarrollados tendrían lo 'suficiente' como para permitirnos trabajar 15 horas semanales y redefinir nuestras prioridades.
Se equivocó Keynes, está claro. El apetito insaciable por la acumulación material ha seguido alimentando la máquina hasta llegar donde estamos. Pero Robert Skidelsky y su hijo Edward (filósofo) se proponen resucitar la premisa del 'maestro' y poner al día su visión de 'la buena vida' para cuando llegue, si es que llega, la salida del túnel.
'Un futuro distinto y mejor' "
Por supuesto que Keynes admitía la urgencia de cómo recuperarse de la Gran Depresión", admite Skidelsky. "De hecho, muchos países usaron sus principios de un papel más activo del Estado para lograr la recuperación económica. Pero Keynes intentaba al mismo tiempo mirar a largo plazo y vislumbrar un futuro distinto y mejor. Consideraba que la Gran Depresión era el síntoma doloroso del paso de un período económico a otro, algo parecido a lo que está ocurriendo ahora".
Desde su oficina en Westminster, Lord Skidelsky nos invita a imaginar la sociedad a la que aspiramos en diez o veinte años, aunque por el camino haya que volver (temporalmente) por la vía del crecimiento en el sentido más ortodoxo... "Tenemos que volver al menos al nivel de empleo que existía antes de la recesión. Y tal y como está organizada hoy en día la economía, la única manera de lograr ese objetivo es aumentando la demanda... Si Europa quiere salir de la crisis, va a tener que cancelar los programas de austeridad que están estrangulando aún más la demanda. No se puede combatir exclusivamente la deuda hasta el punto de destruir la economía".
Skidelsky quiere trazar una línea muy gruesa entre "las políticas a corto plazo para la recuperación económica" y "la visión a largo plazo para la buena vida". Una vez recuperada la 'normalidad', sostiene, llegará el momento de explorar nuevas vías como la 'renta básica' (que no es lo mismo que el salario mínimo), el impuesto progresivo sobre el consumo y otras propuestas esbozadas en su libro. "Lo que está claro es que no podemos reincidir en el error y continuar por el camino que hemos llevado los últimos treinta años, cabalgando al galope de una crisis a otra".
Sin objetivo claro ni fin posible
"El capitalismo ha conseguido un progreso incomparable en la creación de riqueza, pero nos ha dejado incapaces de dar a esa riqueza un uso civilizado", escriben Robert y Edward Skidelsky en uno de los capítulos más críticos del libro. "Está claro que el capitalismo no tiene una tendencia espontánea a convertirse en algo más noble. Si dejamos que la maquinaria funcione por sí misma, siempre querrá más, sin un objetivo claro y sin fin posible".
El propio Keynes expresó en vida su ambivalencia hacia el capitalismo. "El 'maestro' pensaba que cuando se hubiera alcanzado el objetivo de la abundancia colectiva, el capitalismo se aboliría por sí mismo", asegura Skidelsky. "En los años cincuenta y sesenta, cuando muchos gobiernos pusieron en marcha una mayor intervención en la economía siguiendo los principios de Keynes, se hablaba de la economía mixta o de un sistema socialdemocrático. La palabra 'capitalismo' cayó de hecho en desuso hasta el giro que volvió a producirse en los años ochenta".
¿La codicia, ADN del capitalismo?
"¿Acaso la codicia está en el ADN del capitalismo?", le preguntamos al coautor de '¿Cuánto es suficiente?'. "La codicia ha estado presente en todas las sociedades humanas", reconoce Skidelsky. "Uno empieza con la idea de llegar a un nivel que considera 'suficiente', pero llegado a ese punto resulta que quiere más... Forma parte del deseo humano de mejorar, es algo propio de nuestra especie. Y luego, ese afán de comparar nuestros logros con los de los demás".Llegamos así al consumismo, "el gran placebo del capitalismo moderno". Según Skidelsky, tan necesaria como la 'tasa Tobin' para las trasacciones financieras debería ser la introducción de un impuesto progresivo sobre el consumo (gravando los artículos de lujo). En su opinión, el hiperconsumismo y el 'sobretrabajo' son las dos caras de la misma moneda, con la que seguimos pagando a duras penas los excesos de las tres últimas décadas.
Las 15 horas semanales que vaticinaba Keynes pasaron pues a la historia de las utopías. "Pero está claro que tendremos que trabajar menos si queremos trabajar todos", apunta Skidelsky, "y ése es un debate que tendremos que afrontar necesariamente a la hora de combatir el desempleo".
'Las posibilidades económicas de nuestros nietos'
En cualquier caso, la ansiedad y la inseguridad están aquí para quedarse una larga temporada. Con la mitad de población joven condenada al paro, las 'posibilidades económicas de nuestros nietos' parecen más bien funestas. Le preguntamos finalmente a Skidelsky cómo afrontar el hecho de la primera generación que vivirá por debajo del nivel económico de sus padres..."Nuestros hijos y nietos van a estar posiblemente peor que nosotros en términos de consumo y de PIB, pero pueden estar mejor en muchos otros sentidos, en términos de salud, felicidad, amistad, contacto con la naturaleza y todos los elementos que queramos incluir en eso que llamamos la 'buena vida'. Las nuevas generaciones han sido testigos de hasta dónde nos han llevado nuestros errores, y seguramente serán menos insaciables de lo que hemos sido nosotros".
Fuente: http://www.elmundo.es/elmundo/2012/09/07/economia/1347031051.html
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