La sostenibilidad no es más que el equilibrio de una especie con los recursos de su entorno. Evitar, por
tanto, que nuestras actividades produzcan una huella ecológica, un impacto que no
pueda ser absorbido naturalmente por el planeta.
No quiere decir, por tanto, no contaminar o no consumir los recursos que necesitamos, sino hacerlo de modo que esa contaminación y/o consumo de recursos, essos impactos ambientales, puedan ser
regenerados por el planeta en el mismo tiempo en que los generamos.
Como cualquier empresa, la Naturaleza tiene cada año un "presupuesto". Puede producir
una cantidad de recursos, y tiene una determinada capacidad para reponerlos o absorber el volumen de contaminantes y otros impactos generados. El problema viene porque el conjunto de la humanidad consume más recursos de los que la naturaleza puede producir anualmente y genera más contaminantes de lo que puede neutralizar, todo lo cual pone en riesgo el sistema natural, y por tanto para nuestro
sistema económico.
Anualmente, consumimos los recursos equivalentes al que debería proporcionar 1,5 planetas. Si seguimos el mismo ritmo, el nivel de consumo mundial necesitara el equivalente de 2 planetas
antes del 2050.
Pero parece no preocuparnos en exceso el asunto.... Pensamos en que en algún punto pararemos o que no se cumplirá lo dicho porque "algo" se descubrirá que lo solucionará.... Pero tenemos un ejemplo de este desarrollo que colapsa a las civilizaciones, y en ese ejemplo, nada vino de pronto para salvar a esa civilización.
La isla de Pascua es una isla de unos 100 km2 situada en pleno Océano Pacífico.
Se estima que los primeros habitantes llegaron a la isla en el año 1200 d.c. En ella floreció la cultura y sociedad más avanzada de todo el Pacífico. Se encontraron tupido bosque de grandes árboles (las palmas más altas del Pacífico), con una rica fauna y flora, una tierra fecunda, alimentos abundantes, materiales de construcción en cantidad, y un mar generoso de especies y aves marinas.
Prosperaron y se multiplicaron.
En su momento de máxima expansión hubo en la isla entre 10 y 20 mil habitantes. La creciente población comenzó a talar el bosque más rápidamente de lo que podía regenerarse. Se talaba para hacer casas, canoas, leña, herramientas. Los habitantes talaban para cultivar y para todo tipo de fines.
Cuando el bosque desapareció, la vida se volvió mucho más complicada: los arroyos se fueron secando, ya no hubo leña para hacer fuego, y comenzó a ser cada vez más duro encontrar comida. Alimentos que antes eran abundantes, como las aves terrestres y marinas, y los grandes mariscos, fueron desapareciendo. Ya sin troncos para construir canoas, la captura de peces declinó.
Los rendimientos de las cosechas corrieron igual suerte, ya que la deforestación produjo erosión, el suelo se secó con el sol, y sus nutrientes fueron lavados por las lluvias.
La destrucción de los animales de la isla fue tan extrema como la del bosque: sin ninguna excepción, cada especie de ave terrestre se extinguió. Incluso los mariscos fueron sobreexplotados. E incluso se llegó al canibalismo en algún momento último.
En 1.722, cuando llegaron los navegantes holandeses a la isla la encontraron como un pastizal sin ningún árbol, con escasos habitantes viviendo en cuevas y mal nutridos.
Mientras intentamos imaginar el colapso de la civilización de Isla de Pascua, nos preguntamos por qué no miraron alrededor y porqué no se detuvieron antes de que fuera demasiado tarde.
El misterio de la Isla de Pascua no es ya cómo se las ingeniaron para mover los grandes moais, si no ¿en qué estaban pensando cuándo talaron la última palma?
Fernando García
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