miércoles, 28 de agosto de 2013

La herejía económica de España

Nos dice el Gobierno una y otra vez que tiene espíritu reformista, al tiempo que ciertos dirigentes del partido en el poder están acusados de haber hecho el egipcio, pero no por hacer reformas como Akenatón, que suprimió el culto politeísta y, en particular, el de los sacerdotes de Amón, verdaderos gobernantes de Egipto hasta ese momento, sino por otros asuntos más turbios.

No tenemos ningún Akenatón y nos gobiernan los sacerdotes de Amón, es decir, funcionarios, empleados del partido político en el poder y gente cuyo único culto viene siendo pisar moqueta. De la misma casta de sacerdotes de Amón que los que estuvieron en los gobiernos de Zapatero y con prácticamente el mismo espíritu reformista. No saben qué hay en la calle y adoran la moqueta.

El problema del consumo privado

Mientras, algún hereje se preocupa por la economía. Así, teme por el consumo privado que sigue descendiendo trimestre a trimestre y, al representar aproximadamente un 60 por ciento del PIB, cualquier variación conlleva una gran repercusión en el crecimiento.

En ese continuo y agravado descenso del consumo, indicador con resistencia a la baja en cualquier caso, se ve la errónea política fiscal del Gobierno, que ha atacado la renta disponible donde más duele, en el IRPF, induciendo cambios permanentes en la conducta de los consumidores que no se fían de que los impuestos, como se quiere hacer creer, vayan a descender en un futuro. El desempleo, el empobrecimiento de las clases medias y los cientos de miles de autónomos y pequeños empresarios en la ruina acaban por dibujar un panorama nada esperanzador para una rápida recuperación del consumo privado.

En general, una política económica tan poco creativa como la actual y tan conservadora con los valores que la izquierda ha establecido en nuestro país no es posible que rinda más frutos que permitir que el Estado no se hunda, aun a costa de hundir a quien sea necesario. De hecho, la reforma financiera obedeció a la urgencia de aislar el problema de las cajas de ahorros para mitigar el efecto contagio al Estado.

Si para conseguir este propósito se convierte a la banca en un zombi que no cumple ninguna función crediticia da lo mismo, puesto que de lo que se trata es de poder vender la deuda pública para alimentar una máquina tan mastodóntica como ineficaz. Una deuda pública que ya supera el 90 por ciento del PIB y la fiesta continúa. Es decir, el Estado acapara los recursos financieros disponibles y publica normas de solvencia que estrangulan el crédito mientras algún ministro se queja de que no fluya el crédito a las empresas y particulares. Pura coherencia y puro cinismo.

Nada serio se ha hecho para reformar las AAPP y nada serio se hará, pues los sacerdotes de Amón dan continuidad a una política que no tienen que consensuar con la oposición porque no pueden estar más de acuerdo. No es demagogia decir que el Estado existe para satisfacción de los partidos y no éstos para la satisfacción del pueblo. Ese es el sentir general y éste raramente se equivoca.

Así está el panorama

El panorama es pues de debilidad en el consumo, equilibrio en el comercio exterior, recursos financieros acaparados por el Estado y estrangulamiento del crédito al sector privado. Las pobres expectativas y las dificultades de financiación mantienen la inversión decreciendo cada trimestre y no tenemos que recordar que ésta no sólo contribuye a la demanda nacional sino también para que crezca el empleo.

Hay un dato escalofriante que es la escasa inversión extranjera directa del primer trimestre, tan sólo algo superior a 2.000 millones de euros, fiel reflejo de que aún no se percibe nuestro país como tierra de promisión o al menos aún no lo creen así desde fuera.

¿Creemos nosotros en nosotros mismos? Nuestro capitalismo es cutre y carente de otras formas de financiación de la inversión que el crédito bancario puro y duro. El capital riesgo privado es simbólico; el de iniciativa pública ineficaz en general, cuando no corrupto; la banca de inversión es una entelequia, porque a los bancos lo que les sigue gustando es la nómina, comprar deuda pública y ganarse sus duros sin despeinarse.

Bastante tienen con hacer la banca de andar por casa sin dejarse los pelos en la gatera como para ponerse estupendos financiando proyectos que ni entienden ni quieren entender. Lo de los business angels y todas esas patrañas quedan muy bien en los manuales de las escuelas de negocios, pero casi nadie cree en ángeles a estas alturas de la crisis pues hacen tan pocos milagros que apenas se nota.
Los mimbres con que cuenta cualquier emprendedor para poder sacar adelante un proyecto apenas se circunscriben a pedir un leasing para comprarse esa máquina que necesita o hipotecar su casa para que le den un crédito para el traspaso del bar de copas que va a poner.

Ahora bien, si consigue una cosa o la otra habrá puesto una pica en Flandes, porque el leasing como forma de financiar bienes de equipo no hace más que decrecer y su saldo financiado es la mitad que hace 4 años (20.000 millones, cifra irrisoria) y para que te den una hipoteca tienen que darse dos circunstancias: estar lo suficientemente sonado como para pedirla y pillar al banco en el día tonto, es decir, en las calendas griegas.

Si no viene inversión extranjera, si en España emprender es casi imposible y si aquí lo único que cuenta es que el Estado siga emitiendo deuda para seguir repartiendo subsidios, vamos mal. Que no se termine de desplomar la demanda a base de estabilizadores automáticos como el desempleo y otros subsidios financiándolos con deuda tiene las patas cortas y nos lleva a una espiral de pobreza, esa pobreza socialista que diseñó Zapatero y que tan bien acabó ejecutando.
Parece lógico que el socialismo fabrique pobres, pues dice tener en ellos su base social, pero lo que nadie pensaba es que en España todos los partidos eran socialistas.

Mucha palabrería con los emprendedores, pero poco para que invertir en España no sea llorar. Ahora no se necesitan palabras, se necesita creatividad, pero ¿qué puede hacer un Gobierno de burócratas, funcionarios y empleados de un partido político?, ¿qué saben ellos de empresas e inversiones? Es como si en el antiguo Egipto les hubieran preguntado a los sacerdotes de Amón por la inversión empresarial; la condena a muerte por hereje no se la quitaba nadie.


Juan Fernando Robles es profesor de finanzas
Fuente: El Economista, España