La muerte de Steve Jobs ha dejado en decenas de millones de personas una sensación de vacío similar a la que queda tras la desaparición de un mito del rock, como si de un John Lennon o un Kurt Cobain se tratase. Nunca, en la historia de la humanidad, un empresario (en el excelente sentido de fundador de una empresa) había conseguido acceder a un estatus semejante en el imaginario popular.
¿Por qué? Porque pocas cosas han cambiado la forma de vivir del ser humano como las tecnologías de la información, y en ese capítulo Jobs se erigió en estandarte de la popularización de lo exclusivo. Consiguió, nada menos, llevar las innovaciones más punteras a un lenguaje y un manejo sencillos hasta la simpleza, de manera que nunca más hubo que ser un freak para poder aprovecharse de las oportunidades ofrecidas por el hasta hace poco kafkiano mundo de la computación.
¿Para qué sirve un ordenador?, nos preguntábamos en el colegio hace casi tres décadas, cuando las máquinas todavía funcionaban con interfaces tan poco amigables como Basic o MS-DOS. Por esas fechas, Jobs y sus secuaces, notablemente el cofundador de Apple, Steve Wozniack, estaban desarrollando un sistema bastante más intuitivo, basado en un ratón y unas ventanitas que se abrían y cerraban en la pantalla.
El cambio, lógicamente, fue brutal. Con el tiempo, el creador del MS-DOS, Bill Gates, se ocupó de reutilizar el sistema de ventanas en el programa Windows, de modo que el proyecto Apple triunfó en los bolsillos de otros. Con el logro moral pero no económico del Mac en la memoria, Jobs buscó profesionalizar la empresa fichando a John Scully, jefazo de Pepsi. La frase para convencerlo ha quedado para la posteridad: "¿Quieres vender agua con azúcar el resto de tu vida, o quieres venir a cambiar el mundo conmigo?". Scully optó por cambiar el mundo y, en poco tiempo, también la dirección de Apple, al convencer a su junta para que despidiese a Jobs.
Un interludio fructífero
Los eventos posteriores en la carrera del visionario son conocidos: entre mediados de los 80 y mediados de los 90, Steve Jobs fundó NeXT, otra empresa de ordenadores que acabó siendo absorbida por Apple y aportó a esta buena parte del sistema operativo OS X. Además, relanzó la pequeña factoría Pixar hasta llevarla a protagonizar la mayor revolución vivida en el mundo de la animación desde Walt Disney.
Pero la historia se reservaba lo mejor para el final. Al borde del colapso financiero, e incapaz de llevar al gran público su excelentes ordenadores, Apple volvió a reclutar a su fundador en 1997. Desde entonces hasta hoy, la empresa de la manzana ha dominado con mano de hierro el mundo de la tecnología popular con la sucesión de productos con el prefijo i: iPod, iTunes, iPhone, iPad, iCloud...
Desde entonces hasta hoy, Apple ha multiplicado su valor por 90, y este verano ha sobrepasado a Exxon como empresa con mayor capitalización bursátil del planeta. El mismo verano en que Jobs dijo basta, subyugado por la degradación del cáncer.
En 2005, cuando ya conocía el veredicto de su arrasadora enfermedad, Jobs pronunció un famoso discurso en la ceremonia de graduación de la universidad de Stanford. Respaldado por su triunfo postrero frente a la injusticia profesional, dio un consejo sencillo a los estudiantes: "No permitáis que el ruido de las opiniones ajenas silencie vuestra voz interior. Tened el valor de seguir vuestro corazón e intuición, porque de alguna manera ya sabéis lo que realmente queréis llegar a ser. Todo lo demás es secundario".
Cuando Jobs presentó el iPad, hace un par de años, algunos dibujantes lo retrataron a semejanza de Moisés, descendiendo del monte Sinaí con las tablas de la ley. Una exageración solo relativa para los muchos fanáticos de la manzanita plateada. Sintomáticamente, la última versión del iPhone se presentó solo un día antes de su muerte. El 4S dejó un sabor frío entre los expectantes seguidores, no solo por las escasas novedades del producto, sino también por la abrumadora ausencia de Jobs en el escenario. Como cuando una banda legendaria del rock da el primer concierto tras la muerte de su líder.
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